Pensar en iluminación no solo es pensar en la potencia o el color de la lampara, sino también en como te gusta y como pueda quedar con el resto de la decoración. El cómo se ilumina un ambiente influye directamente en todo lo que se encuentra en la habitación: desde los colores, los textiles, hasta la sensación que transmite la propia habitación llegando a hacerlas acogedoras o todo lo contrario.
La luz natural es, sin lugar a dudas, la mejor opción a la hora de iluminar un ambiente, siendo la que más vida dará a los interiores y haciéndolos más acogedores para realizar cualquier tipo de actividad. Para ello es importante prestar especial atención a las ventanas y, más concretamente, a su tamaño y orientación, llegando incluso a determinar la propia distribución de los muebles y la decoración, así como los colores y los materiales. También serán importantes las cortinas que vistan esas ventanas, su peso y capacidad de transmitir mas o menos luz.
Por otro lado esta la luz artificial, que entre otras ventajas, podemos controlarla no solo al elegir su color sino el tipo de efecto que producirá en el ambiente. Los efectos lumínicos son una técnica de decoración que con muy poco pueden cambiar un clima.
Pero, repasemos un poco: existen esencialmente tres tipos de efectos lumínicos, apoyado cada uno en diferentes tipos de lamparas o focos, que son:
- Luz directa: es la que se usa para destacar un elemento. No es el efecto apropiado para la iluminación general de un ambiente, sino como solución puntual para leer, estudiar, etc.
- Luz indirecta: es la alternativa mas usada para la iluminación general de un espacio. No solo importa la fuente de luz, sino también, como se complementa con los colores y texturas del ambiente.
- Luz difusa: es la que da uniformidad al pasar por un filtro. No es puntual, como la luz directa pero tampoco se refleja sobre las superficies como la indirecta.
Ahora bien, así como la combinación de colores tiene algunas reglas que nos ayudan a lograr mezclas mas impactantes, también en iluminación hay una regla que dice que para que un cuarto este bien iluminado debe contar al menos con cinco puntos de luz, así ganará vitalidad. Pero seamos realistas, el ambiente tiene que ser enorme. En general, con que nos aseguremos dos, vamos a andar bien; una fuente general y otra puntual de acuerdo a la actividad que allí se desarrolle.
Podemos combinar diferentes opciones:
Una luz hacia el techo: esto consiste en apuntar con el haz de luz directamente hacia arriba, lo que hará que esta rebote en la superficie y sea más difusa la iluminación. Esta es común cuando se quiere crear un ambiente más amplio o destacar la altura de los techos, acabando así con la zona en sombra en la parte de alta.
Una luz dirigida: que me permite destacar alguna parte en especial de una habitación, por ejemplo la mesa del comedor.
En síntesis, la mejor opción es colocar lámparas a distintos niveles. De esta forma si en una misma habitación colocas distintos puntos de luz (como es recomendable) y estos están a distintos niveles crearás un tipo de iluminación mucho más dinámico.
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